La menstruación hace presente el cuerpo en la vida de las mujeres.
En las entrevistas, las mujeres señalan cómo la menstruación las hace conscientes de sus cuerpos. Esto lo van a expresar de distintas formas: unas señalando las imposiciones que pone el cuerpo menstruante en sus vidas; otras, mostrando las tensiones entre el cuerpo y sus deseos. A algunas, la menstruación les obliga a hacer algunos cambios en sus vidas, escuchar y atender lo que les digan sus cuerpos, es uno de los aprendizajes que han ido haciendo a lo largo de sus vidas. Otras mujeres, reflexionan acerca de la influencia de las hormonas en sus cuerpos, en sus estados de ánimo; ellas tienen una postura crítica y abogan por negarse a atribuir de manera sistemática sus cambios emocionales a este hecho. El papel de las hormonas no sería algo estático e inamovible, sino que interacciona con agentes externos. El estrés, la sobrecarga laboral y/o por cuidados, etc., en definitiva, las condiciones de existencia y los eventos vitales influyen en el funcionamiento del sistema neuroendocrino. Desde esta posición aceptarían los cambios asociados al ciclo menstrual, pero negándose a asumir el determinismo biologicista que implica estar a merced de sus ciclos y de los cambios hormonales. Advierten que esta visión esencialista es un obstáculo para el desarrollo de un mayor control sobre sus cuerpos, manifestando la importancia de aceptar y pactar con las necesidades del propio cuerpo y con los cambios que pueden ir ligados al ciclo menstrual, superando así las visiones reduccionistas que han acompañado tradicionalmente a los estudios sobre los cuerpos de las mujeres.
Las mujeres incorporan en sus discursos la función de las hormonas en el ciclo menstrual, así como en las variaciones anímicas y físicas asociadas. Sin embargo, resulta llamativo que aluden a estas de manera vaga y genérica ya que, en realidad, cuentan con escasa información sobre el funcionamiento del sistema neuroendocrino y su relación con las distintas etapas del ciclo menstrual. Todas las mujeres recuerdan que en alguna de las clases de ciencias naturales les explicaron las fases del ciclo menstrual, aunque ahora -en la entrevista- no sean capaces de repetir las características de cada una y las hormonas que intervenían. Todas reclaman que se tendría que dar una información más práctica y asequible. Si seguimos a la biología, se observa que el ciclo menstrual estaría conformado por dos conjuntos de procesos: por un lado, aquellos que tienen lugar en el ovario y el útero de la mujer -entre los que se encuentra la descamación y sangrado del endometrio del útero- y, por otro, los que se producen en distintos órganos del cuerpo. Ambos están regulados por la segregación de una serie de hormonas que interaccionan con determinados componentes neuroendocrinos (como neurotransmisores y otras hormonas) ocasionando que aparezcan cambios en distintos órganos y partes del cuerpo, lo que se conoce como la acción periférica. De ahí, que la médica endocrinóloga Carme Valls, hable de “la armonía del ciclo en el cuerpo de las mujeres” para indicar que las hormonas que habían sido asociadas tradicionalmente solo a la menstruación intervienen en numerosos procesos como los estados de ánimo, la termorregulación o la eliminación o acumulación de sustancias y líquidos. Sin embargo, en la mayoría de los manuales y libros solo se habla del primer proceso: aquel que tiene lugar en los ovarios y en el útero, reduciendo y simplificando la menstruación y generando así más confusión que certeza.
Entre las responsabilidades que conlleva el paso a ser mujer se encuentran que sus menstruaciones no solo no se noten, sino que sean invisibles e inoloras, de ahí todas las prescripciones higiénicas (enfatizadas y recreadas en la publicidad existente en los medios de comunicación). Aquí aparece cómo se van incorporando estas cargas con el tabú cultural e histórico que asocia menstruación con suciedad e impureza. El tabú también se manifiesta en que los cuidados higiénicos y del dolor o las molestias que causa la menstruación son los temas mayormente legitimados a la hora de construir relatos sobre la menstruación. La insistencia en la higiene realza la visión de la mujer limpia que trata de eliminar las impurezas de su vida. En relación con las ideologías cristianas, el dolor y las molestias se articulan con la idea de que el cuerpo de las mujeres está diseñado para el sufrimiento, para ser vivido más desde la enfermedad y así precozmente las niñas se convierten en dolientes y consumidoras de fármacos que alivien estas molestias (como decía una de las entrevistadas, resulta común que les ofrezcan a la vez la compresa o el tampón y el ibuprofeno). Entonces cabría cuestionarse ¿dónde está la normalidad y la salud del ciclo menstrual? ¿No sigue siendo la menstruación uno de los bastiones de la medicalización de los cuerpos de las mujeres?
Otra forma en que se inicia esta medicalización, según nos refieren las mujeres entrevistadas, es que, a partir de la menarca, sus madres las animan a empezar las visitas al sistema sanitario, como una más de las responsabilidades que tienen que ir incorporando en sus vidas. Este hecho muestra cómo las mujeres tempranamente empiezan a desarrollar una cultura de autocuidado que conlleva no solo a iniciar un seguimiento preventivo ginecológico sino también iniciar una observación y registro de las características de sus menstruaciones, principalmente, a través de aplicaciones informáticas. Con esta información las mujeres acuden al personal sanitario experto para que les informe si todo lo que sucede en su cuerpo funciona correctamente. Sin embargo, en el sistema sanitario las respuestas que encuentran son bien distintas. Allí la única respuesta que reciben es que “todo es normal”, lo cual puede retrasar el diagnóstico de problemas de salud (carencias nutricionales, exposición a disruptores endocrinos) y de enfermedades, como puede ser la endometriosis. Probablemente, esto también esté en relación con la falta de información del personal sanitario sobre las características del ciclo menstrual saludable. De modo que, ante cualquier demanda o problema de la mujer como dolor, sangrado abundante e irregularidades, la única respuesta es la prescripción de la píldora anticonceptiva, iniciándose su consumo a edades tempranas y manteniéndose durante muchos años, siendo uno de los más claros ejemplos de medicalización de la vida de las mujeres.
Hacia la superación de visiones patológicas del cuerpo de las mujeres.
Emily Martin es una de las primeras antropólogas en plantear, desde un brillante examen marxista, cómo los cuerpos de las mujeres, particularmente como cuerpos reproductivos, han sido disciplinados en el siglo XX. Las nociones de producción y productividad penetraron en los textos médicos y en las prácticas sanitarias creando una visión negativa de los cuerpos de las mujeres. En nuestra investigación, al preguntar a las mujeres acerca de los imaginarios y significados del ciclo menstrual, encontramos que sus respuestas se asemejan a un caleidoscopio, es decir, integran distintas visiones que recogen las múltiples facetas que conlleva la menstruación en sus vidas, así como las encrucijadas y contradicciones. Por un lado, habría una serie de visiones que señalan -y reivindican- una visión de normalidad y naturalidad acerca de la menstruación, presentes en todas las mujeres aunque algunas más como propuesta ideal que como una experiencia real. Próxima a estas visiones están las que relacionan menstruación con salud y con juventud. Por otro lado, en otras prima la representación de ser una carga, una incomodidad, algo desagradable y vergonzoso. La vergüenza muestra que la menstruación sigue siendo un tabú, y no es entendida como un proceso fisiológico propio del cuerpo de las mujeres sino como algo sucio y desagradable que debe ser escondido y convierte a la higiene y sus cuidados en un imperativo que sobrecarga a las mujeres. Lógicamente, estos prejuicios atávicos (suciedad, vergüenza, repulsión) potencian la relación del malestar asociado al ciclo menstrual. Ninguna de nuestras entrevistadas formaba parte del movimiento activista menstrual contemporáneo25. Sin embargo, tres mujeres se habían acercado a estos grupos que tienen una misión común: borrar la vergüenza menstrual y el estigma a través de la creación de una revolución roja basada en el ecologismo, la feminidad y la salud, cuyo inicio podríamos situarlo en la traducción y publicación del libro Luna Roja de Miranda Gray en nuestro país. Sin embargo, hay que señalar que las mujeres entrevistadas cercanas al feminismo son las que expresan una mayor conciencia, reconocimiento y espíritu crítico frente a estos distintos tabúes que impelen a vivir conflictivamente su condición de mujeres y son las que están haciendo procesos de resignificación y desplazamiento de los mandatos, normas y prejuicios más habituales. Pero además, ninguna de ellas defiende una visión esencialista de la menstruación.
Sin embargo, saben que hay algo sobre lo que debemos seguir pensando y es que la menstruación, los mandatos, los estereotipos y las vivencias que se derivan de ello, es algo que específicamente les sucede a las mujeres, no a todas y no siempre, aunque su huella perviva más tiempo. Y esto que atañe de forma directa a muchas mujeres, las puede colocar en un lugar de vulnerabilidad y dependencia, desde el cual es más fácil su subordinación y control en aras del mantenimiento de un sistema que quiere que, entre otras cuestiones, sigan siendo reproductoras y asexuales.
Quizá una antropología feminista de la salud, en la actualidad, debería mantener una actitud crítica que promueva la alteración de las desiguales relaciones de género. Una forma de iniciar este camino fue revisar algunos de los campos consolidados como la salud reproductiva, y analizar los datos procedentes de esta investigación cualitativa sobre el ciclo menstrual. De este modo, encontramos cómo el ámbito reproductivo, a pesar de ser el más estudiado en la vida de las mujeres, presenta numerosas carencias en el acercamiento a procesos como la menstruación y, particularmente, desde ciertas perspectivas centradas en las experiencias cotidianas de las mujeres. Además, en la vida de las mujeres, la menstruación hace presente sus cuerpos, los que están construidos en una interacción constante y compleja entre la biología, la cultura y lo social, entre lo que les acontece, lo que quieren y sus condiciones de vida. Las mujeres entrevistadas tratan de superar la esencialización reproductiva así como el incremento de la medicalización en sus vidas, que puede iniciarse a partir de la llegada de la menstruación. Sin embargo, no es una cuestión trivial, cuando han sido socializadas en visiones patológicas sobre sus cuerpos y cuando la biomedicina hegemónica, al igual que el patriarcado, tratan de mantener una visión monolítica sobre las mujeres, que hemos de ir rompiendo con ejercicios como el de este artículo.